13 agosto, 2010

un ídolo

Tener ídolos es una tontería; Michael, por ejemplo, dice que nunca querría conocer a un ídolo porque, como tal, lo habría idealizado en su cabeza, y por tanto el ídolo en persona sería mucho peor de lo que esperaba y dejaría de ser un ídolo para convertirse en un fiasco. Pero a mí lo de razonar me va poco, y los ídolos me vienen y me van de la cabeza; aunque hay uno del que nunca me acuerdo hasta que vuelvo a leer algo suyo y digo: "este tío es mi ídolo". Javier Cercas. Porque parece que escribir, y escribir no especialmente bien, no con maestría pero sí con pericia, y también con auténticos puntos de genialidad, es ago que le sale natural desde por la mañana. Igual que convertir la realidad en una buena historia. Cada vez que leo su columna, cuando me he leído un libro suyo, he disfrutado en la misma cantidad que he sentido envidia (de hecho me da tanta envidia que cuando me parece descubrir un par de errores gramaticales me río de él para mis adentros). La imaginación es infinita, pero la realidad tiene límites, y es por eso que creo que tratar con la primera es mucho más difícil.
Todo esto viene a que ayer me terminé Anatomía de un instante, sobre el 23-F, que no acaba de salir que no me acuerdo ni de cuando salió, que trata de un tema por el que no me he intersado en mi vida pero que, en cuanto cerré la página, me dio el impulso de escribirle una carta a Javier Cercas agradeciéndole que haya escrito ese libro, pero como sé que no lo voy a hacer porque además de que son las típicas cosas que no se hacen sería ridículo, pues la escribo aquí (quizás incluso la lea Javier Cercas y se dé cuenta del guiño que le acabo de hacer a sus poco puristas párrafos llenos de comas):
Señor Cercas:
Es usted un escritor acojonante. "Anatomía de un instante" es un libro simplemente acojonante.
Gracias señor Cercas.

Javier Cercas, mi ídolo de hoy. Recomiendo el libro, que muestra a una España calcada de la hoy en día, porque para variar, la historia no nos ha enseñado demasiado y seguimos siendo el mismo país que éramos el 23 de febrero de 1981. O prácticamente el mismo, o mejor en algunas cosas y peor en otras, lo cual acaba compensando y acaba siendo, en fin, prácticamente el mismo.

26 julio, 2010

mi madre es sabia

Hoy he visto a Zapatero en la tele y he comentado "mira que este hombre cada vez parece más un guiñol que una persona". Sin mala leche, como simple observación, porque a pesar de que yo no le voto el hombre me da un poco de pena.
Y mi madre me ha dicho a propósito de Zapatero: "Prefiero mil veces ser recordado por una crisis que por una guerra". Olé mi madre. Habrá gente que piense que no importa que un gobierno se manche las manos de sangre mientras cree dinamismo empresarial y le dé más subvenciones a los autónomos y más yates a Botín. El Gobierno de Zapatero no es un santo, es en muchos aspectos un hipócrita que sigue vendiendo armas a quien no debe con el que se matan a inocentes, pero es verdad que no ha metido a España en una guerra ilegal.
Dice mi madre que llegará un día en el que Aznar, Blair y Bush serán juzgados por crímenes de guerra. Como en la película de El escritor. Mi madre es sabia. Así que ya veremos.

22 julio, 2010

algo nuevo bajo el sol

Esta semana, para variar, los medios se han interesado un poquito por los Balcanes. Ayer, titulaba El País que "Serbia y Croacia avanzan hacia su reconciliación". Bueno, puede que los políticos de Serbia y Croacia "avancen"; pero la gente de la calle, en su mayoría ya pasa del rifirafe serbio-croata -por favor, que nadie tome a los niñatos con gorritos chetniks e insignias ustachas, es decir, fascistas de ambos lados, como norma-. Muchos hasta se atreven a decir que hablan el mismo idioma (hablar de serbio, croata, bosnio y montenegrino es como hablar de andaluz, porteño, colombiano y madrileño). En fin, no está mal el abracito entre los presidentes serbio y croata, Tadic y Josipovic; aunque muchos ya sabemos que en su día Milosevic y Tudjman mandaban a sus ciudadanos a matarse entre ellos mientras ellos tomaban café en plan amiguetes. Pero bueno, lo dicho, una buena noticia que yo he preferido titular Serbia y Croacia escenifican su reconciliación.

Distinta es la historia de Kosovo. Aquí pocas posibilidades tengo para ponerme chupiguay happyflower como a veces me pasa en los Balcanes, porque esto puede traer todavía mucha cola. Hoy el Tribunal Internacional de La Haya emitirá un dictamen no vinculante (que por una vez no será como tener un tío en Graná, porque seguramete inclinará la balanza de los indecisos) sobre su independencia, declarada unilateralmente en 2008. Para los que se pierdan aquí tienen Argumentos a favor y en contra de la independencia de Kosovo.

"Newborn" ("Recién nacido"), monumento en Pristina, P.L.C.

Personalmente creo que los serbios tienen razón en que la secesión de Kosovo se hizo de manera ilegal: no puede ser esto jauja, anda, que somos independientes, y si a EEUU le hace gracia pues así nos quedamos, y sino nos invaden por terroristas. Lo que pasa es que los serbios, como me decía mi amigo Rade (que estará ahora preparándose para irse a desfasar al festival de Guca), han tenido durante años la política equivocada en Kosovo. Los albaneses han sufrido lo suficiente como para ganarse los apoyos a su nuevo país. Pero no hay que olvidar que este fue la razón para crear Israel, donde los pobres judíos supervivientes del Holocausto han creado un estado terrorista, quizás el único que se mueva tanto por economía como por odio puro. Así que la independencia de Kosovo, que ya creo que es irreversible, deberá ser estrechamente vigilada, los radicales islamistas que pueda haber por allí (de momento es todo más fábula que realidad, pero quién sabe) erradicados, y cualquier pretensión de extenderse más allá de sus fronteras, frenada. La independencia de Kosovo puede ser el carpetazo a los conflictos de los Balcanes (Serbia pataleará, pero es improbable que dañe su candidatura a la UE con aventuras patrióticas) o el origen de una nueva época plagada de conflictos. Y de nuevo, otra vez, la clave no la tienen los propios Balcanes, sino Occidente.

20 julio, 2010

la paranoia

El otro día decidimos echarle estómago –ni Michael ni yo somos unos grandes admiradores de los sionistas y nos esperábamos lo peor- y ver el documental “Defamation”, del director israelí Yoav Shamir. La sinopsis de la película venía a decir que, tras ser acusado de antisemita por su anterior cinta, “Checkpoint”, el cineasta decidió investigar sobre el antisemitismo, del que se habla todos los días en los medios de este país ilegítimo.
“Antisemitismo”, “Holocausto” y “nazi” son términos comunes en las noticias israelíes. “Todo el mundo odia a los judíos. Gran Bretaña odia a los judíos. Francia odia a los judíos. Alemania odia a los judíos. Por no hablar de los países árabes”, dice un redactor jefe octogenario, superviviente del Holocausto que enseña en su brazo el inconfundible número tatuado en Auschwitz: quizás una justificación para esta estrechez de miras. Porque, a pesar de que muchos judíos –y especialmente muchos judíos americanos- están obsesionados con que el mundo está continuamente planeando su exterminio, lo cierto es que en gran parte al mundo le da igual.
Shamir va a la central de la Liga Antisemitismo, una poderosa organización con sede en Nueva York que se atreve a dictar, ante la cámara, comportamientos a jefes de Estado. Pregunta si hay alguna historia de antisemitismo que pueda seguir con su cámara, y una oficinista que parece aburrirse bastante en su trabajo le cuenta sobre los tremendos ataques a los judíos en las últimas dos semanas. Una enfermera que no pudo cogerse vacaciones. Otro que no se pudo coger dos días para una festividad religiosa. Otro más de lo mismo. Una queja por un artículo en un periódico con “matices antisemitas”. Y ya.
La cosa sería hasta anecdótica si no fuera porque es precisamente esta paranoia colectiva, que les da de comer –langostas- a muchos, la que mantiene al estado terrorista de Israel tal y como está, y la que no deja paso a otras políticas que pongan fin de una vez por todas a la mayor injusticia de la Historia. El director sigue con su cámara a un grupo de chicos que va a Polonia a conocer de primera mano los horrores del Holocausto. Treinta mil adolescentes hacen ese viaje cada año, y antes de partir se les advierte que “todos nos odian, estamos expuestos a un ataque en cualquier momento”. Ya en Polonia, se encuentran con tres viejos:
- ¿De dónde sois?
- De Israel.
- ¿Y por qué no habláis “israelí”? Parece que habláis chino.
- No entiendo qué dice. ¡Nos está llamando zorras! ¡Nos está llamando putas israelíes!
Tal cual. Patético. Y luego les hacen un recorrido por toda la “industria de la muerte” (campos de concentración, museos, etc.), como lo llama un profesor universitario, para ponerles les tripas negras hasta que al final una dice que le encantaría matar a los que hicieron todo eso, y cuando cae en que ya están muertos –les cuesta- piensa que sus herederos aún están por ahí. Y todo ese grupito de niñatos de vuelta a Israel a promover la convivencia.
En España la liamos con la memoria histórica, pero por muchas pasiones que levante, no es más que un tema político. Dejamos a Franco aquí hasta que se murió, así que muchos odios no hubo en esos cuarenta años: nosotros somos más de acostumbrarnos a lo que venga y a echarnos unas tapillas. Toda la crispación es, en realidad, fabricada. Lo que me preocupa viendo esto es que me acuerdo de la mujer que lloraba delante de la cámara en el cementerio de Srebrenica, y me da mucha pena ver como se ha victimizado por completo a los musulmanes bosnios, y me da mucha pena que quizás, viendo este documental sobre Israel, estoy viendo el futuro de Bosnia. Me imagino a los niños de Sarajevo yendo dentro de sesenta años -¡SESENTA!- a Srebrenica para que nunca jamás olviden. Y me pregunto si no estaría bien, por una vez, aprender del pasado, ahora que nos está mostrando una lección en el presente.
(más info http://cineautor.suite101.net/article.cfm/defamation-o-la-paranoia-del-antisemitismo)

16 julio, 2010

la montaña de mahoma

Hace unos días me quejaba de que jamás volvería a trabajar en el periodismo. Ha pasado un año desde que decidí pasar de oficinas y lanzarme al freelancismo con pobres resultados -recibir un "ya no compramos nada por la crisis" es un triunfo- y ya me estaba desanimando. Pero a veces uno tiene la suerte de tener al lado a una persona que le dice que pare de quejarse y que mueva el culo, así que ahora escribo en una página web de colaboradores. Que de paso sea dicho, está bastante bien porque tiene un poco de todo. Debajo de mi perfil he puesto un link que lleva a "mis noticias", y aquí os dejo mi primer artículo sobre los festivales de Edimburgo:
http://europa.suite101.net/article.cfm/los-festivales-de-agosto-en-edimburgo
Por cierto, cobro por los clic que la gente hace en la publicidad, como podréis leer en la web, pero si alguien quiere ayudarme que no se pase el día dándole, que me echan de la página por una cosa que se llama "fraude de clic"! (pero si lo hacéis de vez en cuando no pasa nada)
Pues eso. Que si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma, y a dejar de quejarse y a seguir intentando.

30 junio, 2010

burka

Tengo una nueva adicción: leer los comentarios de los periódicos. Bueno, de El País; reconozco que para los otros no tengo estómago. Y me ha sorprendido cómo hay más gente loca de la que pensamos, pero también cómo hay gente más cuerda de la que pensamos.
El tema que más polémica ha generado últimamente -con el permiso de los chorrocientos mil comentarios sobre el final de Perdidos en los que me enteré de media serie- ha sido la
PROHIBICIÓN DEL BURKA.
Así con mayúsuculas porque para hablar de este tema hay que hacer una advertencia -tipo título de película de serie B- para que unos y otros ya vayan preparando las manos para echárselas a la cabeza. No es un tema sencillo, pero lo cierto es que nosotros los simples mortales lo complicamos hasta límites inimaginables. Hoy publica un artículo El País titulado "Cambiaré el 'burka' por gorra y gafas de sol". Mucho que decir, pero como una imagen vale supuestamente más que mil palabras, veamos primero la foto.

© El País

Lo primero: ya era hora de que se enteraran de que ESTO es un burka, y de que ni el niqab (que dejar ver los ojos) ni el hiyab (que sólo cubre el pelo) son burkas. (Una periodista argumentaba el otro día en una discusión-foro con un musulmán que le recriminó por ello "Sí, es que los periodistas lo llamamos burka a todo". No chata, eso que lo haga el carnicero tiene un pase, los periodistas NO)..
Lo segundo. En mi opinión, ya es hora de que nos demos cuenta de que respetar una cultura no es acatar lo que diga una cultura. Personalmente, no me creo que lo de cubrirse la cara sea "casi siempre" una elección de la mujer, como dicen algunos: habrá casos, pero más casos habrá de chicas que lo llevan como imposición y de otras que lo llevan porque no han sido educadas de otra manera (como a mi abuela, que la educaron para que le recogiera el plato a su marido después de comer).
A mí me gustaría saber qué piensa esta mujer, porque aunque la entrevistan en el artículo, el que habla es el marido, porque ella no habla el idioma. No lo habla después de nueve años vivendo en el país, adonde llegó siendo menor para casarse con este buen señor que dice que ella lleva el burka "para estar más cerca de Dios". Gracias a los comentarios de musulmanes en el foro me he enterado de que el Corán no dice nada de cubrir a la mujer, de que todo es un invento a raíz de una interpretación; como por ejemplo -y se lo robo a uno de los internautas- la campaña del Vaticano contra el preservativo, sobre el que Jesús no creo que dijera mucho.
O sea, que no es más que el invento de unos radicales. Que, además, no se ajusta a nuestra sociedad, en la que las mujeres han luchado durante décadas para obtener derechos recogidos en nuestras leyes y DE OBLIGADO CUMPLIMIENTO. Cuando se atenta contra la dignidad de un menor, los servicios sociales intervienen. Cuando se atenta contra la libertad de una mujer, si la mujer no está asustada, los servicios sociales intervienen. Muestran esto y nos quedamos tan panchos, pero si mostraran la entrevista de un ecuatoriano súper cristiano hablando por su mujer y diciendo que ésta está de acuerdo con que le pegue una torta cada vez que se le quema el pollo porque eso le enseña a no hacerlo más, ¿qué pensamos?
Ya no sólo la indumentaria, sino que también la vida de esta mujer, es un atentado sobre los derechos humanos. Y no creo que se deba tolerar en ningún país que presuma de cumplir los derechos humanos. Esto no quiere decir tampoco que tengamos que ir a adoctrinar o a invadir los países donde lo hacen por tradición: aquí es dnde todo se vuelve gris, donde no es tan fácil posicionarse sin caer el tópicos de un lado o de otro. Pero aquí, en España, sí a la prohibición del burka. Por muchos fecos que queden sueltos y por mucho que no pueda argumentarlo hasta el final sin darme cuenta de que la opinión contraria también tiene buenas razones.
Para terminar, recordar a todo el mundo que, aunque es idiota caer en la alianza de civilizaciones "porque sí" ("todos los musulmanes son buenos porque son diferentes y los respetamos y todo está bien porque es su culutra y los cristianos éramos peores"); igual de idiotas son las generalizaciones. Y para ilustrar, aquí os dejo un comentario de Shakir, musulmán, que no apoya el burka, pero tampoco los ataques indiscriminados a todo lo musulmán:
  • 292

    Shakir ( http://Shakir ) - 30-06-2010 - 14:04:13h

    x TESA, ¿Y ti quién te ha dicho que no lo denunciamos? ¿Quién te ha dicho que no tenemos tensiones en nuestros países a punto de estallar como polvorines precisamente por eso, porque una parte de la sociedad seguimos un Islam moderado frente a los radicales? ¿Te suena Argelia en los 90? ¿Te suena Líbano? ¿Te suena sunnitas versus chiitas? ¿Te suena que Marruecos ha sido declarado un país de paganos a los que es lícito matar por un "Imán de Egipto?¿Te suenan "Los Hermanos" musulmanes? El que no salga en las noticias o en el periódico no significa que no existe..Entre nosotros hay una lucha silenciosa y contínua que a nadie le interesa. Pero si te dignas a poner una parabólica y orientarla a cualquier satélite donde podrás ver más allá canales de países árabes, veras la realidad que existe, y que va más allá de noticias scadas de contexto e interesadas. Por otro lado si conocieras el Islam, sabrías que no existe jerarquía Eclesiastica, cada uno es directo con Dios sin intermediarios, .. es por eso que no hay una estructura fija a la cual atacar ni pedir cuentas, no confundas los términos. TODOS los días protestamos y peleamos entre los nuestros, pero NADIE ni ningún periódico ha venido a mi casa a entrevistarme a mi y a mi mujer de 1 año menos que yo, MUSULMANA, sin velo ni historias, Licenciada y trabajadora, NADIE...¿porqué? porque no vendemos, y como nosotros muchos.

30 mayo, 2010

puntos de vista

Hoy he improvisado un ránking de mis ciudades favoritas. Barcelona, Londres, Dublín y Sarajevo (no necesariamente en ese orden).
Ayer llegamos a Dublín. Es la segunda vez que vengo en poco más de un año y la tercera en mi vida, y el enamoramiento inicial ha pasado a ser un amor maduro, consciente de que no es la novia más guapa, ni la más divertida, ni la más cariñosa que se puede tener, pero sí la más carismártica. Diez años después de mi flechazo con esta ciudad aún no sé explicar qué es lo que me gusta tanto de ella. El amor es ciego, no como la estatua de la justicia del castillo de Dublín, que no tiene ninguna venda tapándole los ojos, la da la espalda a la ciudad y porta una balanza desequilibrada.
Con los años me he vuelto más atenta a los detalles y es por eso que esta ha sido la primera vez que he descubierto los agujeros de bala en la GPO (la General Post Office o oficina central de correos) y en la estatua de O'Connell. Casi un siglo llevan allí, desde que unos cuantos locos decidieron rebelarse contra el ejército británico, que los superaba en diez mil a uno, en el Levantamiento de Pascua de 1916. Unos locos que ni siquiera tenían el apoyo del pueblo irlandés, más propenso a mantener el statu quo y no complicarse demasiado la existencia, pero cuyas conciencias se acabaron removiendo tras la liquidación, sin juicio, de los rebeldes.
Mirando los agujeros de bala de la GPO me he acordado de los agujeros de metralla en Sarajevo y los edificios bombardeados de Belgrado y me he preguntado por qué un agujero en una pared puede provocar sentimientos tan diferentes. Admiración en Dublín, horror en Sarajevo, rabia en Belgrado. No tengo, en realidad, ninguna respuesta convincente. La meditaré estos días paseando junto al río Liffey, pero puede que todo quede en una reflexión retórica. Aunque la historia siempre estará ahí, y cada uno que la juzgue a su manera.

25 mayo, 2010

tonterías: cosas que me llaman la atención de edimburgo

Que tenga más cuestas que Jaén. Me duelen las piernas siempre.
Que no se pueda limpiar la piedra negra porque la humedad está por dentro (y al mismo tiempo, que no se pudra)
Que sea IMPOSIBLE cenar fuera después de las 10 de la noche. Esto parece el típico tópico de quejarse porque en los países anglosajones se cena pronto, pero en cualquier otro lugar, al menos en cualquier otro con tropecientos mil turistas al año, hay algún bareto abierto para comer a esas horas.
Que Michael sea el único tío guapo que he visto en siete meses. NI UNO!
Que los escoceses sean más abiertos que los ingleses pero los escoceses estirados sean mucho más estirados que los ingleses estirados.
Que los turistas sepan hasta el detalle más insignificante de la ciudad pero no tengan ni idea de que no pueden perderse Dean Village.
Que en invierno sólo echen sal a la carretera cuando esté nevado: los peatones que se zurzan.
Que las luces de la calle estén semiapagadas por la noche. Aunque dicho esto, ¿para qué hace falta una bombilla de 400 kilovatios cada 10 centímetros en todas las calles y callejones de todos los pueblos de España?
Que haya turistas que se presentan a hacer un tour a las 21.30 con las calles nevadas y a menos diez grados.
Que me haya puesto la minifalda este fin de semana.
Que sea feliz cien por cien (descontando el 14% de IVA que suponen las apariciones de Miss Doña)

(Esto no es un post, es mi vuelta al blog con un no-post de tonterías para que no me regañéis más. A partir de ahora pondré más cosas, aunque ya lo he dicho muchas veces: cuanto más feliz una vida, más aburrida. Bendito aburrimiento)

16 marzo, 2010

una canción me trajo hasta aquí

Hoy me salvó de mi pozo de pensamientos un correo de publicidad de Warner Music, que me dio la mejor noticia del día. ¡Nuevo disco de Jorge Drexler!
Y no un nuevo disco cualquiera. Aún no he sido capaz de escuchar completo "Amar la trama" porque vuelvo una y otra vez a las canciones que ya he escuchado y he conseguido cargar desde su página de Internet. Hace ya creo que cuatro años de su último albúm de estudio, "12 segundos de oscuridad", que aunque me gustó porque soy una incondicional, dejaba un amargo sabor de boca... Ya pensaba que se le habían acabado las canciones de amor a Drexler, y ha llegado ahora con una orquesta y temas como "Tres mil millones de latidos": Hay gente que es de un lugar/no es mi caso/yo sólo estoy aquí de paso. O "La trama y el desenlace", pura filosofía de vida: Dos paseantes distraídos/ han conseguido que el reloj de la arena de la pena pare/ que se desvelase/ y así seguir el rumbo que el viento trace.
Ir por ahí sin esperar que algo pase. Amar la trama más que el desenlace. Porque "Los destinos finales están sobrevalorados. Planificando el futuro se pierde el durante", como dice el uruguayo en una mini-entrevista que publica El Mundo hoy, en el que también asegura que uno no elige de quién se enamora pero sí puede elegir de quién no enamorarse, algo con lo que estoy completamente de acuerdo.
Mientras escribo me sigue salvando el día Drexler con "Los transeúntes".
Me podría quedar a vivir en sus canciones. En ese optimismo que se nota que le cuesta sacar. Porque los mejores optimistas quizás sean aquellos que una vez al mes o cinco veces al año lo ven todo del negro más negro. Pero ya lo decía Drexler, que no es la luz lo que importa en verdad, sino los doce segundos de oscuridad. Importa porque cuando vuelve a brillar la luz, le sirve de guía al barco.
Me voy a seguir salvando el día, de pronto feliz a pesar de lo nublado que ha estado hasta ahora. Una canción me ha traído hasta aquí.

24 febrero, 2010

la catedral de santa maría

Esta tarde iba al cine a ver Invictus, pero por alguna razón, y a pesar de los dos grados de temperatura, cuando estaba en la calle me ha apetecido más ver qué hay al final de Shandwick Place, una gran avenida que hay al lado de mi casa. La verdad es que aún no lo sé, porque cuando iba por la mitad me he metido por un callejón y me he dirigido hacia los dos picos de una iglesia que sobresalían por encima de los edificios y que no había advertido hasta ahora.
Es la catedral de Santa María, y yo ni siquiera sabía que existía. A los turistas les enseñamos la de San Giles, que está en pleno centro, en mitad de la Royal Mile. Pero Santa María -Saint Mary, de a Iglesia Episcopaliana anglicana- es mucho más bonita. Hoy, en plena noche y sin ninguna iluminación ni paseantes alrededor, era una gran mole negra que se alzaba justo hasta las nubes, porque la niebla no dejaba ver el final del pico más alto de encima del crucero. Al principio me ha sorprendido que fuera una simple iglesia, y no he sabido lo que era hasta que en una puerta escondida en el lateral he leído una inscipción que decía: "Por favor, entren a la catedral por el acceso principal en la calle equis" (he intentado quedarme con el nombre pero se me ha olvidado). La entrada principal en la calle equis está totalmente cubierta de andamios y en una calle convenientemente iluminada y por donde pasan los coches, pero yo me he paseado por los jardines que hay a un lado, embarrados y con el césped sin cuidar. Me ha parecido escuchar un órgano, pero cuando me he acercado ya no se oía nada. Y he pensado que las catedrales no tienen sentido, pero son bonitas, y aún más cuando las tienes un momento para ti sola. Me he acordado de la italiana torre de Pisa, que a casi todo el mundo le decepciona pero que a nosotras nos encantó porque la vimos solas, de madrugada. Hoy he tenido las vidrieras, los picachos rematados por flores de lis y la torre del crucero, anormalmente ancha para los estándares de la Europa continental, para mí sola durante unos minutos.
Luego me he sentado en un banco mojado por la lluvia que hoy ha vuelto a Escocia -quizás para quedarse toda la primavera-, y mientras me fumaba un cigarro, escuchando la alarma de un coche en la lejanía y el débil sonido del órgano que volvía a tocar, me he dado cuenta de una cosa sobre mí misma. Porque cuando hoy salí de casa para ir al cine de repente sentí un tremendo vacío, y he descubierto porque es: porque vivo mi vida como si fuera una bañera. La lleno de cosas y, por alguna razón en la que no me he parado ni quiero parame a pensar, cuando está hasta arriba, le quito el tapón. Y sigo viviendo mi vida hasta que se queda totalmente vacía, y vuelta a empezar. La verdad es que en el último mes ni he escrito nada ni tenía ganas de hacerlo por eso, porque se estaba escapando por el desagüe lo último que quedaba de este verano, del viaje que parecía que me había cambiado para siempre pero que ahora se revelaban, quizás, como unas simples vacaciones. Sentada en ese banco, sin sentir el frío a pesar de tener las manos y la cara congeladas, he pensado que no es ningún drama, que lo único que tengo que hacer es empezar a llenar la bañera de nuevo a partir de mañana. Cuando me alejaba de Santa María, he pasado por al lado de un banco dedicado -en esta ciudad la gente paga para dedicarle bancos de la calle a sus familiares fallecidos- "a Marjorie Gay, que amaba Edimburgo".
Luego, andando por las casas señoriales del West End, un barrio adinerado pero con muy pocas farolas, me he dado cuenta de que en realidad, esta vez no he dejado que todo lo vivido se escape. Sigue ahí. Pero ahora también hay más hueco para nuevos días llenos de cosas, y eso es bueno. Y de hecho, aunque haya pasado los últimos tiempos malgastando la mayoría de mi tiempo, sí que he echado un par de cosas a la bañera.
Tengo ganas de ver la catedral de Santa María a la luz del día.

24 enero, 2010

mantra

Enrique Meneses habla a los jóvenes periodistas. Suscribo letra por letra lo que dice este gran hombre. ÉSO es lo que es el periodismo.

http://jesusmargon.blogspot.com/2010/01/el-futuro-de-los-jovenes-periodistas.html

16 enero, 2010

estambul-skopje (II)

Salvo Teresa y mi madre aquí se ha escaqueado tó quisqui de decir nada, lo que me lleva a pensar que quizás no os ha gustado, pero después de releérmelo y hacer algunas conclusiones he decidido que a mí sí, así que aquí va la segunda (y última) parte del primer capítulo. Van a ser capítulos muy cortitos porque he decidido que no tiene sentido embarcarme en un tocho de los que no me gusta leerme y que no sé hacer, siendo honesta.
Luego cambiaré muchas cosas, cagaditas y cagadas grandes, pero en general la cosa queda así. Por cierto, el título del libro será This is Balkans.

Mientras subía de nuevo al autobús, me acordé de Hristo Stoichkov. Búlgaro y del Barcelona: así que me di prisa en volver a mi asiento por si acaso el oficial se arrepentía de haberme dejado pasar con una casi sonrisa.

Ya estaba amaneciendo y por primera vez desde que salimos de Turquía pude ver el paisaje. Durante la noche no pude hacerme una idea de lo que teníamos alrededor porque los faros apenas alumbraban la carretera dos metros por delante del autobús, y no había luces, ni casas; sólo algún otro restaurante-perdido-en-medio-de-la-nada. El paisaje, más que verse, se oía y se sentía: las ramas finas de los árboles pegaban todo el rato en la carrocería, y la carretera era una continua sucesión de curvas que hizo que sólo dejáramos de dar bandazos cuando paramos en Sofía. Habíamos cruzado media Bulgaria pero lo único que habíamos visto era la frontera, el ultramarinos, el restaurante y la estación. Probablemente el conductor y los viajeros habituales lo habían hecho un millón de veces y esto era, para ellos, Bulgaria. Un país que formaba parte de su rutina y que no tenía horizonte, poblado por el viejo muy viejo, los oficiales de las fronteras y viajeros adormilados que toman sopa.

Y probablemente con montañas verdes: eso era lo que se veía ahora que habíamos llegado a la frontera con Macedonia; pero claro, con las ganas de terminar el viaje uno tiende a atribuirle las vistas al país siguiente más que al anterior, así que en este trayecto los búlgaros se quedan también sin ellas.

Los oficiales macedonios, que iban vestidos con uniformes que parecían diseñados para entrar en un edificio atestado de terroristas, hicieron que nos bajáramos todos y les mostráramos el equipaje. Yo saqué mi mochila. La familia de mujeres con velo sacó varias maletas y varios fardos. Otros de más allá empezaron a sacar del maletero, uno tras otro, todos los cuadros de Atatürk –padre de la Turquía moderna- que les había llevado una eternidad colocar dentro allá en el lejano Estambul. Y así sucesivamente hasta que consiguieron ponernos en una fila y fueron abriendo los equipajes.

- ¿Qué llevas ahí?

- Libros. Y carne para regalársela a mi hermana. Soy estudiante.

“Soy estudiante”, aunque no ofrezcas ninguna prueba de ello, parece ser una frase mágica para que los oficiales no revuelvan demasiado tus cosas, según me explicó Arber (que de verdad era estudiante de Medicina). Quizás crean que en la universidad se enseña a ser buenas personas y a no mentir ni traficar con nada. Otra frase que parece ser que te salva de que metan sus narices arrugadas en gesto de disgusto dentro de la mochila es “Es española”, que es lo que le dijo el conductor al policía cuando llegó delante de mí. Aunque nos salvamos del escrutinio, tuvimos que esperar de pie hasta que un oficial calvo terminó de registrar el autobús por dentro con un perro. Él era el típico tipo duro con pinta de estar todo el día en posición de firmes, y de tomarse muy en serio su papel. No dejaba de darle órdenes al perro, en susurros. “Busca, busca, por aquí, por aquí”. Pero el perro más que de trabajar y buscar droga tenía ganas de jugar, así que mientras el oficial seguía tomándoselo muy en serio, el animal saltaba de un lado a otro del autobús, ladraba, se enredaba con la correa y se caía o directamente pasaba olímpicamente de las órdenes del militar, que no parecía darle ningún miedo. A mí sí me lo daba un poco, así que como pude me aguanté la risa.

- This is Balkans –dijo Arber, negando con la cabeza y encogiéndose de hombros cuando le hice un gesto interrogante sobre todo el tinglado, que aún nos tendría parados una hora más.

This is Balkans: Esto son los Balcanes. Es un dicho popular que repiten muchos para justificar las esperas en las fronteras, que un viaje de una hora en tren dure tres, el “vuelva usted mañana” de cualquier acción que implique meterse en burocracias, el perro revoltoso sin ganas de buscar drogas o cualquier otro imprevisto como la guerra. Es una rendición ante lo evidente pero también una afirmación de la diferencia con cualquier otro lugar del mundo conocido, pues en los Balcanes, son los mismos Balcanes lo mejor y lo peor del planeta. Y en concreto el país o el pueblo de uno.

Llegamos a Skopje muy temprano y en la puerta de la estación se acumulaban los taxistas ávidos de viajeros atontados por el traqueteo del autobús o impresionados por haber llegado al fin a ese minúsculo rincón del mundo que es Macedonia, que nunca aparece en las noticias salvo gran catástrofe. Pero en el hostal que había reservado ya me habían advertido de que estos taxistas cobran hasta veinte veces más el precio de la carrera, así que me alejé un poco y paré a uno en la calle. Era un coche viejo pero limpio y el conductor hablaba inglés, aunque su primera pregunta, como la de todos los mayores de treinta aquí, fue que si hablaba alemán. Durante todo el trayecto no paró de hacerme preguntas, a qué había venido, qué quería contar, cómo iba a hacer las entrevistas, dónde iba a ir. Me contó que su hija era también periodista y trabajaba en una embajada o en un consulado. Y cuando llegamos al hostal y quise pagarle, me rechazó el dinero con un gesto. “Free taxi”, me explicó con una medio sonrisa.

This is Balkans.


14 enero, 2010

volquémonos, que se vuelquen

Aún no se sabe el número de víctimas del terremoto de Haití. Un seísmo devastador en el país más pobre de América, como cabe esperar, tendrá consecuencias devastadoras.
Ayer me indigné cuando entré a la página de elpais.com y la noticia principal decía "No hay víctimas españolas"*. El primer subtítulo hablaba de las víctimas confirmadas por Francia, ya se sabe, si no hay muertos nuestros, duelen más los vecinos que los negritos que total, ya estaban pasándolo mal y están acostumbrados. Sólo en la tercera línea se aventuraban "cientos" de muertos, que hoy se han convertido en "decenas de miles" ante la imposibilidad de las autoridades haitianas de concretar nada más: el país está sumido en el caos absoluto.
Me he sentido tentada de hacer un donativo, porque creo que si de algo sirven las ONGs, más que para prevenir y para acabar con el hambre, es para ayudar en situaciones como ésta. Pero sigo sin fiarme y sigo creyendo que son los gobiernos y los organismos internacionales los que tienen que destinar el presupuesto que iban a gastar en alguna chorrada electoralista a solucionar emergencias como ésta. He leído que el FMI "destinará 100 millones de libras más al país caribeño" (lo que quiere decir que luego pedirá 200 millones de libras más de vuelta), España, que preside la UE, ha mandado...diez bomberos. Supongo que serán los primeros de muchos. O espero.
De todas formas, hoy ya lo ha dicho todo, y muy bien, Maruja Torres, precisamente en El País, y sin caer en el lamento de por-qué-les-toca-siempre-todo-a-los-mismos sino metiendo el dedo en la llaga: catástrofes como ésta serían menos catástrofe sin la previa intervención humana a través de la corrupción, la manipulación y la dominación política. El título de su artículo ya es una llamada a la acción: Volquémonos
A ver si es verdad.

* Esto, además, no es verdad, porque hoy hay una inspectora española de Policía desaparecida. El periódico dice que se desconoce su paradero en los típicos eufemismos que se suponen prudentes, aunque no tiene mucho sentido teniendo en cuenta que trabajaba en el edificio de la ONU y que en otra noticia se dice que se cree que todo el personal ha fallecido.

10 enero, 2010

estambul-skopje (I)

Ea. Pues he empezado a escribir. Y como creo en la cultura libre y, sobre todo, no tengo una ama de llaves que me lea y me critique lo que hago como los escritores famosos de antaño, pues aquí está la primera parte del primer capítulo. Y hasta que no me diga alguien qué le parece, no sigo! Ea, que sé que muchos sois lectores agazapados que no comentáis.

Estambul-Skopje

Recorrer seiscientos noventa y ocho kilómetros en quince horas supone una velocidad aproximada de cuarenta y cinco kilómetros por hora. En los Balcanes sólo los ciclistas profesionales conducen a ese ritmo: demasiado lento para cualquier otro vehículo de dos o más ruedas. Para el trayecto que sea, bien a través de una llanura o de un risco, se puede contar con la velocidad suicida del conductor, y de paso con su mirada condescendiente y divertida ante el gesto “occidental” de abrocharse el cinturón. Pero por supuesto, también hay que contar con la frontera.

El autobús ya llevaba parado tres horas en la aduana entre Turquía y Bulgaria cuando arrancó de nuevo, sólo para volver a detenerse doscientos metros más adelante. “¡Pausa para ir al baño!”, gritó el conductor en turco, según me explicó luego otro pasajero. No obstante, la mayoría de la gente obvió los baños –agujeros en el suelo recubiertos de gres por los que había que pagar cincuenta céntimos de euro- y optó por comprar tabaco y alcohol en la tienda libre de impuestos. Incluido el conductor, que volvió con más cartones de los permitidos y me entregó dos en custodia. Al principio no entendí por qué me daba el tabaco, pero una mujer con velo me lo explicó amablemente. Por mímica, señaló que dos cartones -número dos con la mano- estaba bien -pulgar levantado-, que con cuatro -número cuatro con la mano- se pone peor la cosa -gesto de “regular” moviendo de un lado a otro la palma de la mano extendida hacia abajo-, así que guárdalos bajo el asiento -aspavientos con ambas manos de guardar bajo el asiento-.

Media hora después, una nueva parada, esta vez en medio de ninguna parte. A un lado de la carretera había una pequeña tienda de ultramarinos destartalada y un viejo muy viejo que vendía navajas suizas. El viejo muy viejo aceptaba euros, liras turcas, levs búlgaros y otras cuantas monedas más: en pocos lugares el capitalismo está tan controlado y es a la vez tan alegalmente libre como en las fronteras y en las tierras de nadie.

Este trayecto entre Estambul y Skopje vía Sofía es célebre por el contrabando de cigarrillos, del que me acababa de convertir en partícipe. Así se sacan un sobresueldo los dos conductores turcos y el asistente, que al principio del viaje repartió café, coca cola y agua envasada en un vaso de plástico con tapa. Y, por supuesto, alguien de la frontera turca. Y alguien de la frontera búlgara. Y alguien de la frontera macedonia. Y unos policías macedonios que nos pararían más tarde. Una muestra a pequeña escala de las mafias que campan por la región; que campan como por todas las regiones del mundo, pero que están en el top ten de celebridad. Un souvenir.

También incluye, obviamente, una parada para cenar. A las tres de la mañana.

- Julio Iglesias es una leyenda –aseguró convencido Arber, un estudiante de medicina albanokosovar convencido de que exhibía así sus conocimientos sobre la cultura popular española.

Acababa de hablarle de una famosa serie sobre un narcotraficante y su novia, metida a prostituta o algo así, que había sido el éxito de la temporada en España. Y la protagonista estaba allí, en la televisión de un restaurante perdido en una carretera cualquiera de Bulgaria, explicándoles a sus padres –en otra serie diferente- que tenían que dejarle formar una banda de rock aunque fuera una niña pija. Hablando en español y con subtítulos en búlgaro. Aunque afortunadamente, a esas horas nadie estaba de humor para ver una serie española con veinteañeros interpretando a preadolescentes.

La parte búlgara de la frontera con Macedonia estaba tranquila y sólo supuso un dilema deportivo. “¿Spain?”, inquirió el oficial, escudriñando cada rincón de mi pasaporte para preguntar con una expresión muy seria: “¿Real Madrid or Barça?”. En ese momento sólo me venía a la cabeza el viejo chiste que decía que uno puede cambiar de partido político, de esposa o de religión, pero nunca de equipo de fútbol; así que podía ser una pregunta crucial. A cara o cruz, respondí casi en una interrogación: “¿Hala Madrid?”.


Continuará