19 agosto, 2008

años y años


Pisa desierta y primera noche en el aeropuerto sobre la colchoneta de la playa.
Baños entre niños turcos y cerveza -guay, tío- en el ferry con tres horas de retraso.
Noche en el suelo, autoestop para escalar montes, una copia de la ermita del Rocío y chicharras en Corfú.El tren a Kalávrita está rail problem y nos tenemos que quedar dos horas perdiendo el tiempo en un pueblo perdido del Peloponeso.
Atenas es horrible.

Tren lleno de militares por un lado y moros por el otro a Meteora aunque al final encontramos vagón. La Mayén que me despierta la única hora que me dormí porque dicen TRÍKALA! por megafonía cuando vamos a Kalambaka.
Faldas largas y horteras en los monasterios porque las mujeres no pueden ir en pantalón. Kilómetros de marcha bajo el sol trepando a riscos y superando vértigo.
Atenas es menos horrible. No cuesta tanto subir la Acrópolis e imaginarse a los griegos antiguos paseando por el ágora.
Apartamento para tres en Santorini, playa roja hiperpoblada y atardecer con aplauso en Oía. Noche de invitaciones a oúzo por ser españolas y mañana de burros, molino, sol y casas blancas.
No hay alojamiento en Folegandros! Velada griega con queso feta, un viejo marica y platos rotos. Ferry del infierno con bebés de meses durmiendo en pasillos.

Atenas, museo, mareo, parque escuchando a tres turcos cantar, enésimo bocata de atún y de vuelta, más Barcelona y autobús nocturno con una loca que grita porque tiene frío y familia en Zamora y tres pinchos que sí y dos que no y bodorrio con vestido charlestón y nos vamos las penúltimas del bar.

Pues todo eso han sido mis vacaciones! Que más que descansar me he pegado un tute que pa qué, que hemos dormío en suelos tiradas de ferrys, estaciones, aeropuertos y del mismo hostel, que la puerca del primer día dio nuestra habitación y nos mandó al suelo -eso sí, gratis, faltaría más-. La mayoría de los trenes o ferrys que queríamos coger ya habían salido o eran otro día y muchos sitios a los que queríamos ir nos los hemos encontrado cerrados en nuestra cara (por eso al final no pudimos ir a Míconos y el pobre José Luis se tiene que quedar sin fotos), pero aún así hemos conseguido ver de todo: playas de arena en Corfú, montañas de roca con monasterios colgantes en Meteora, acantilados en Santorini... Vamos que me he reencontrado con mi yo de amor a la naturalezarrr al que conocí hace apenas unos meses viendo los glaciares patagónicos.

Sin duda, lo mejor la noche en Folegandros, que es una islita de 600 habitantes que todavía no ha sido arrasada por el turismo y donde yo esperaba encontrar mi porción de "Grecia auténtica" en plan viajera romántica. Y vaya que si lo encontré: llegamos y no había alojamiento, y una chavala que conocimos que sabía griego llamó a todo el pueblo a ver si alguien nos acogía. Cuando ya estábamos planteándonos domir en una obra y la Mayén tenía cara de yo-os-voy-a-matar, encontramos a una abuela que nos dice que vale, que nos recoge y nos lleva a su casa que sospechamos que está perdida en un acantilado de la isla. Sospecha que se confirmó después de un viaje surrealista en una chatarra con ruedas en las que íbamos siete personas y cinco mochilas repartidas en cinco plazas (a la que hablaba griego le tocó el popular "asiento" de la palanca de marchas). Cuando llegamos, nos recibe una abuela como la del anuncio de Danone de joroña que joroña planchando en el porche que nos suelta un rollo en griego y nos pone a cenar lentejas y espaguetis y queso feta con música griega de fondo. Después de comer nos obligó a bailar el baile griego, que es bastante aburido y te mareas hasta que a la abuelilla le da por entrarse a fregar tres platos y tirárnolos en los pies al estilo Mi gran boda griega y después aplaudir como una loca. Las niñas alucinadas y yo más feliz que una perdiz dándole ritmo andaluz al baile del sirtós! Después dormirmos en una habitación con dos camas y un altar con un cristo iluminado con una vela, fotos en blanco y negro y...una gallina de plástico. Puerta con puerta con la habitación de la señora, que sospechamos tenía el síndrome de Diógenes por la cantidad de trastos que acumulaba y de camastros repartidos por toda la parcela con gente durmiendo helada al más puro estilo campo de refugiados en la Segunda Guerra Mundial (y la señora, que lloró de emoción cuando le regalamos una estampita de Santa Ángela de la Cruz, aseguraba tenerlo todo completo hasta septiembre, incluidos pasillos y el porche y la puta calle). Aquí una muestra de nuestra gran cena griega (la abuela está a mi lado porque conseguí el mejor sitio para que me escupiera lentejas mientras hablaba a gritos) y del trepidante baile autóctono:


Me llevo varias conclusiones: que los griegos son más o menos igual de europeos que los turcos, que quiero vivir un tiempo de viajera y que la Mayén es menos pija de lo que parece con su gorra y sus calcetines y sus deportivas con purpurina. Si os quedáis con ganas, algunas de las mil y pico fotos que hemos hecho están colgadas en mi espacio.

Y por cierto, muy importante para el saber popular: joroña que joroña significa "años y años". Años y años que la abuelilla del anuncio lleva comiendo sólo yogur porque con la dentadura postiza no puede masticar los panes pita, que si no de qué le va a salir esa frase. Y ahora...vuelta a la realidad!! Qué ganicas tengo de que llegue agosto...

1 comentario:

Alejandra Abad dijo...

Joe Piluki cómo te lo montas!! Una gran crónica de viajes, yo también he dormido sólo un día de los últimos cuatro en cama, que me he ido a conocer el oeste argentino, y te he echado muuucho de menos!!! Tengo ganitas de hablar contigo, a ver si te conectas!! Buena vuelta al calor sevillano y al curro nena!! Muuuchos besos!